Ángela Bustillo es una bellísima mujer cántabra que ha sido descalificada como miss de su provincia por tener un hijo, natural, de tres años. Las bases del concurso impiden a quienes han sido madres concurrir a demostrar su belleza. Y ahí ha surgido un revuelo en el que participan la propia candidata, la organización, grupos feministas, el Gobierno de Cantabria, el Instituto de la Mujer e, incluso, el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.
Lo cierto es que todos los argumentos que se han utilizado a su favor son irreprochables. «La maternidad no representa una limitación física ni intelectual o laboral para ningún cometido»; «tampoco supone un cambio físico sustancial»; e, incluso, «castigar a una mujer por tener un hijo cuando estamos en políticas de fomento de la natalidad». Además, en su defensa se han traído instrumentos de gran peso: la Constitución y los derechos humanos.
Los debates nos hacen crecer y madurar como sociedad democrática. Ojalá pudiéramos discutirlo todo y ojalá los medios atendieran preocupaciones sociales de mayor tamaño que ésta que nos ocupa. Porque, mire, discutir las bases de un concurso no es precisamente la tarea más elevada que podemos encomendar a una sociedad. Que Bustillo y la organización se enzarcen en una discusión será necesario para el futuro de esos concursos; pero que ahí intervengan el Gobierno autonómico, el Instituto de la Mujer y el Ministerio es un despropósito de gran talla.
El concurso de misses no es una oferta pública de empleo. Es más, no es una oferta de empleo. Es un concurso. Y si me apuran, un concursillo, parecido al de brisca que se juega en el club de jubilados al que va mi madre todas las tardes. No veo razón alguna para que intervenga nadie en sus bases.
Cada año se celebran certámenes en los que es requisito tener nacionalidad española, y podrían cuestionarlos todos los inmigrantes que residen en España; premios que obligan a pertenecer a un ámbito de edad, de sexo, de condición de no sé qué tipo. ¿Qué tiene, dígamelo usted, el concurso de misses para que se monte este revuelo e intervenga hasta el Ministerio? Además, hace unos años ningún organismo de defensa de la mujer habría hollado ese terreno. La belleza era lo menos valioso que una mujer podía aportar a su currículo. La maternidad, y su reivindicación, no son exclusivas del sexo femenino. Teníamos conflictos más importantes que atender. Ser bella y querer ganar un concurso era una frivolidad indigna de un movimiento social. Los esfuerzos se orientaban a otras causas. ¡Cuánto más felices éramos cuando jugábamos al mus y solamente podían participar los del barrio!
1 comentario:
Podría, Ángela Bustillo, llamar a Dolce&Gabbana y presentarse al casting para los próximos anuncios.
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