"Estamos hechos de emociones y es muy importante que en casa y en el colegio te enseñen a gestionarlas porque determinan tu comportamiento. Hay que darse cuenta de que no estamos programados para ser felices, sino para sobrevivir. Si no hacemos nada con las emociones, lo más probable es que caigamos en las negativas, porque son las que nos ayudan a sobrevivir: la desconfianza, el miedo, la ira... todo lo que nos ayuda a salir corriendo si algo va mal. Las emociones positivas, en cambio, tienen que fomentarse y desarrollarse deliberadamente". (+)
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jueves, mayo 08, 2008
Emociones positivas
La fotografía es de Javier Ocaña.
domingo, mayo 04, 2008
Emociones y rivalidades

Ayer sábado, los dos diarios vascos del grupo Vocento, El Correo y El Diario Vasco, publicaban una entrevista con la alpinista. El texto es el mismo, o casi, sin embargo la titulación es completamente distinta.
EDURNE PASABAN, HIMALAYISTA
«Empecé a llorar de emoción cuando aún estaba a media hora de la cima»
La tolosarra se cruzó cerca de la cima con la austriaca Kaltenbrunner, su rival en la carrera de los ochomiles
EDURNE PASABAN, ALPINISTA
«En la cumbre vives momentos que a veces no se pueden explicar»
La montañera tolosarra llegó ayer al campo base tras hollar el Dhaulagiri con la expedición 'Al filo de lo imposible'
No voy a entrar a juzgar cuál de los dos tiene más tirón, pero sí se pueden hacer algunas reflexiones.
El titular de El Correo selecciona una frase en la que ella habla de los sentimientos, de cómo lloró incluso antes de alcanzar la cima. No es aventurado pensar que, si se hubiera tratado de un varón, el titular habría hecho referencia a cuestiones técnicas; pero probablemente también el alpinista, él, habría obviado hablar de sus emociones e, incluso, las habría ocultado. La selección del titular es otra de las asimetrías que se producen cuando hombre y mujeres son objeto de atención en los medios de comunicación.
La siguiente reflexión tiene que ver con el subtítulo, también de El Correo. Algunas personas tienen una tendencia, la mayor parte de las veces inconsciente, a presentar a las mujeres como rivales, como si compitieran constantemente. Es cierto que algunas mujeres rivalizan entre ellas, Pasabán y Kaltenbrunner están compitiendo por poner su nombre, el primero de mujer, en la lista de quienes han coronado los 14 ochomiles. Pero también es verdad que la competitividad es mucho más propia del carácter masculino y no se destaca en tantas ocasiones.
La foto es del equipo de 'Al filo de lo imposible'.
martes, mayo 29, 2007
El comentario del martes sobre 'El jueves', la revista que sale los miércoles

De aquellos estimulantes años de carrera, yo recuerdo que algún profesor, con nula tendencia a la risa y que probablemente nunca había pisado un periódico, nos decía que el humor es lo más difícil en prensa, que cuando no se tiene y se incurre en él, se perpetra.
Después he aprendido, por ejemplo, que el humor es lo que nos distingue del resto de los mamíferos. El humor y su ausencia.
El caso es que llevan ya 30 años mirando la actualidad de soslayo. Menos mal que hay alguien que puede reírse, y hace que nos riamos.
Se creen los editorialistas que el mundo funciona gracias a sus ideas.
(Por cierto, sé de una que cada vez que viaja a España se pasea por los quioscos cosechando 'Jueves').
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miércoles, enero 31, 2007
Un gran periodista: Manu Leguineche

El sábado 20 de enero fui con dos compañeras de profesión a visitar a Manu Leguineche, el Legui, en el pueblo de Guadalajara en que ha decidido fijar su residencia, Brihuega. Es un pueblo de la Alcarria en el que el sol de invierno es uno de los mejores regalos que puede hacernos la naturaleza. Su casa, en la plaza que lleva su nombre, es otro regalo. El jardín está a la espalda de la muralla que cierra el pueblo. Es una casa extramuros, justo encima de una iglesia, y con un paisaje de colinas quemadas por el sol y la falta de agua, que produce una intensa sensación de sosiego. Me habría gustado no tener que volver a casa.
Manu está en silla de ruedas, después de un cáncer que lo ha maltratado mucho. Este año cumple 65, la edad de la jubilación, y su aspiración (¡Bendito humor!) es apuntarse al Imserso y aprovechar los descuentos en los viajes de autobús. La diabetes (¡Maldita oportunista!) le ha estropeado tanto la vista que solamente puede leer los titulares. No obstante, la mesa de la entrada de su casa tiene torres y torres de diarios.
-Manu, ¿sigues escribiendo?, ¿dictando artículos?
-He dejado de hacerlo. No creo que su lectura tenga interés.
El cuerpo le pesa. La fisioterapeuta le obliga a hacer ejercicios y él, con una rebeldía adolescente, se resiste a hacer todo aquello que le aconsejan los médicos.
La pregunta en estos casos es cómo tiene la cabeza.
-Como siempre, igual de lúcida.
Él sigue tan tímido.
-Y tan aldeano -según dice-.
Nos recibió en la terraza del jardín, bajo ese sol de invierno. Nos regaló con vino de la Rioja y morcilla castellana; mandó encargar un cabrito en la carnicería y que lo asaran en la pastelería; se empeñó en sacar una botella de cava, aunque lo que le gusta es el champán; bebimos un bagazo de guindas de la revolución de los claveles; evocó aquellos momentos; por fin, apareció la caja de los puros. Y hablamos y hablamos, todos en motrollón, hasta que el sol se escondió tras una de las colinas. Aún había luz cuando cogió el ascensor (que ha mandado instalar en el jardín) hacía las habitaciones de abajo. Y quedamos en vernos muy pronto.
Ese sábado 20 de enero de 2007 fue un día feliz.
Nos hicimos fotos como ésta en la que estamos Amaia Goikoetxea (la rubia), Amaia Urkia (la morena), él y yo.
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viernes, enero 12, 2007
El mejor anuncio del año

Para verlo, pincha aquí.
La foto no tiene otro objetivo que ilustrar el post.
miércoles, diciembre 06, 2006
Cosas que me emocionan (1)

Era domingo por la mañana. Desde primeras horas se oía frente a casa un bullicio inusual. ¡Era la celebración del cross! Una carrera por el campo, que transcurría por delante de la huerta de que entonces yo disfrutaba, sobre todo en septiembre, cuando maduran los higos.
La primera prueba, ¿cómo no?, era para la categoría de los senior. Todo el mundo sabe que a medida que avanza la edad se adelanta el despertar. Poco después, para fomentar el deporte y esperar a que llegara la hora mágica de los profesionales, se llevaban a cabo pruebas de otras categorías. Cuando finalmente me exhibí al sol, se preparaban las niñas más pequeñitas. Su circuito era una ida y vuelta a la rampa de salida y meta. No había muchas niñitas. Una de ellas, que aún no había cumplido seis años, corría cuesta arriba, la primera, a punto de alcanzar la meta. A su lado, caminando mansamente por el otro lado de la cinta que marcaba el circuito, iba su padre, o su entrenador, o las dos cosas a una. Ella corría; él caminaba, mientras daba palmas a la altura de la cabecita de la niña: “Venga, bonita” − le decía− “que vas muy bien. Hala, preciosa, que ya llegas”. Y ella corría, mientras él caminaba.
Es la ternura. Cuando a veces, pocas, me asaltan los miedos sociales, recuerdo la estampa y, a pesar de los años transcurridos, sigo emocionándome como aquel domingo.
La primera prueba, ¿cómo no?, era para la categoría de los senior. Todo el mundo sabe que a medida que avanza la edad se adelanta el despertar. Poco después, para fomentar el deporte y esperar a que llegara la hora mágica de los profesionales, se llevaban a cabo pruebas de otras categorías. Cuando finalmente me exhibí al sol, se preparaban las niñas más pequeñitas. Su circuito era una ida y vuelta a la rampa de salida y meta. No había muchas niñitas. Una de ellas, que aún no había cumplido seis años, corría cuesta arriba, la primera, a punto de alcanzar la meta. A su lado, caminando mansamente por el otro lado de la cinta que marcaba el circuito, iba su padre, o su entrenador, o las dos cosas a una. Ella corría; él caminaba, mientras daba palmas a la altura de la cabecita de la niña: “Venga, bonita” − le decía− “que vas muy bien. Hala, preciosa, que ya llegas”. Y ella corría, mientras él caminaba.
Es la ternura. Cuando a veces, pocas, me asaltan los miedos sociales, recuerdo la estampa y, a pesar de los años transcurridos, sigo emocionándome como aquel domingo.
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