
Anastasía Babúrova tenía muy pocos años. Era rusa, periodista y probablemente valiente. Trabajaba en Nóvaya Gazeta, un bisemanario con amarga trayectoria. Su jefe, Dmitri Murátov, ha visto antes cómo mataban a Anna Politkóvskaya, periodista muy crítica con la política del Kremlin en Chechenia y que fue asesinada en octubre de 2006.
También intentaron cargarse a otra periodista, Elena Tregúbova.
Cada vez que lo logran, aparcamos un trozo de nuestra alma en un armario muy oscuro; cada vez que silencian una voz, muere un rincón de nuestras ambiciones y anhelos; cada vez que matan, ganan. Pero solo a corto plazo, porque cuando matan, aunque no lo sepan, también muere un trozo de ellos.