sábado, agosto 16, 2008

Me llamo Mikel y quiero ser txupinera






Me llamo Mikel y quiero ser txupinera

Es un lugar común que es la mujer quien enciende la llama... Y que sea el lector quien dote de contenido a los puntos suspensivos, pero para los faltos de imaginación propongo dos posibles continuaciones. Una versión poética y sublime: Enciende la llama del amor y la pasión. Y otra más de andar por casa: Enciende la de preparar la comida. Con perdón. Este año el pregonero de la Semana Grande de Bilbao es Aitor Elizegi, un buen cocinero, asentado desde hace años en Bilbao. Y la txupinera, Isabel Isazelaia, pertenece a la comparsa Algara.
Ésta de que una persona lea el pregón y una mujer dé por comenzadas las fiestas prendiendo el cohete es una costumbre de larguísima tradición. Exactamente 28 años, que para nosotros es como de siempre. En las 28 ediciones transcurridas desde aquel 1980 sólo 5 mujeres han leído el pregón: la poetisa Amalia Iglesias en 1985, la judoka Alicia Carreño en 1996, la dantzari Aitziber Irurtia en 2001 y las actrices Loli Astoreka y Mariví Bilbao Goyoaga, en 2000 y 2006, respectivamente. O sea, solamente una quinta parte de los pregoneros ha llevado nombre de mujer. Alguien dado a la estadística afinaría un poco más: el 21,5%.
Es patente que la selección de las personas llamadas a lanzar el pregón tiene un corte sexista, porque si no lo tuviera se acercaría un poco más a ese 51% de quienes en esta sociedad somos mujeres. Pues bien, donde verdaderamente se produce el sexismo, sin lugar a dudas, porque el porcentaje no alcanza siquiera el 4%, es entre quienes encienden el cohete. En toda la historia de la Semana Grande solamente un hombre, uno solo, ¡qué pobre!, ha protagonizado el momento: Jon Castañares, quien además no ha pasado a la historia por eso, sino por ser el alcalde de Bilbao que quemó toda una colección de libros.
El hecho de que la txupinera siempre sea mujer solamente plantea un problema estético. Aunque quizá haya comparseros que llevan años anhelando esa cuota de protagonismo en la fiesta, que nunca se han imaginado a sí mismos pregonando pero sí dando fuego. Se merecen esa oportunidad.
Sin embargo, el hecho de que el pregonero haya sido mayoritariamente un hombre sí que tiene trascendencia social. El pregón, para el cual los elegidos tienen toda la libertad, es una forma de ejercer un liderazgo social, es una oportunidad de plantear las preocupaciones o intereses personales. Tan es así que cada cual arrima el ascua a su sardina a la hora de elegir las palabras.
Acaso sea injusta con la trascendental tarea de encender el cohete, pero creo que una mano de hombre o mujer dando fuego tendrían igual resultado. Sin embargo, si en lugar de cinco pregoneras, se hubiera optado por una representación similar a la de la sociedad, o sea, la mitad más o menos, acaso los temas tratados habrían sido idénticos, o quizá los mismos, pero al menos habrían tenido oportunidad de demostrar que de verdad hombres y mujeres somos iguales, que tenemos las mismas preocupaciones, y que ante la fiesta las expresamos de igual manera. Todo esto es pura elucubración, claro. Porque para que en el 50 aniversario de la Semana Grande, en 2030, la trayectoria haya resultado igualitaria (hoy pura opción pero para entonces obligación inexcusable), las comparsas deben llamar en los próximos 22 años a 22 mujeres y 6 hombres. Imposible. Y si mirando al futuro, cualquiera consideraría una clara discriminación que de aquí a 2030 el pregón lo leyera siempre una mujer, ¿por qué no tendemos ya esa mirada crítica hacia el pasado?
Publicado hoy en El Correo.
La ilustración es de Jesús Ferrero.

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