miércoles, enero 31, 2007

Un gran periodista: Manu Leguineche


El sábado 20 de enero fui con dos compañeras de profesión a visitar a Manu Leguineche, el Legui, en el pueblo de Guadalajara en que ha decidido fijar su residencia, Brihuega. Es un pueblo de la Alcarria en el que el sol de invierno es uno de los mejores regalos que puede hacernos la naturaleza. Su casa, en la plaza que lleva su nombre, es otro regalo. El jardín está a la espalda de la muralla que cierra el pueblo. Es una casa extramuros, justo encima de una iglesia, y con un paisaje de colinas quemadas por el sol y la falta de agua, que produce una intensa sensación de sosiego. Me habría gustado no tener que volver a casa.

Manu está en silla de ruedas, después de un cáncer que lo ha maltratado mucho. Este año cumple 65, la edad de la jubilación, y su aspiración (¡Bendito humor!) es apuntarse al Imserso y aprovechar los descuentos en los viajes de autobús. La diabetes (¡Maldita oportunista!) le ha estropeado tanto la vista que solamente puede leer los titulares. No obstante, la mesa de la entrada de su casa tiene torres y torres de diarios.

-Manu, ¿sigues escribiendo?, ¿dictando artículos?
-He dejado de hacerlo. No creo que su lectura tenga interés.

El cuerpo le pesa. La fisioterapeuta le obliga a hacer ejercicios y él, con una rebeldía adolescente, se resiste a hacer todo aquello que le aconsejan los médicos.
La pregunta en estos casos es cómo tiene la cabeza.
-Como siempre, igual de lúcida.
Él sigue tan tímido.
-Y tan aldeano -según dice-.
Nos recibió en la terraza del jardín, bajo ese sol de invierno. Nos regaló con vino de la Rioja y morcilla castellana; mandó encargar un cabrito en la carnicería y que lo asaran en la pastelería; se empeñó en sacar una botella de cava, aunque lo que le gusta es el champán; bebimos un bagazo de guindas de la revolución de los claveles; evocó aquellos momentos; por fin, apareció la caja de los puros. Y hablamos y hablamos, todos en motrollón, hasta que el sol se escondió tras una de las colinas. Aún había luz cuando cogió el ascensor (que ha mandado instalar en el jardín) hacía las habitaciones de abajo. Y quedamos en vernos muy pronto.

Ese sábado 20 de enero de 2007 fue un día feliz.
Nos hicimos fotos como ésta en la que estamos Amaia Goikoetxea (la rubia), Amaia Urkia (la morena), él y yo.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué gran tipo, Leguineche. Tuve la suerte de escribirme un puñadito de mails con él y se portó fenomenal, me echó varios cables. Siempre he querido ir a Brihuega a visitarle -sobre todo desde que paso temporadas en Madrid, a tiro de piedra- pero nunca me he atrevido. Al principio porque no quería parecer un fan pesado, después porque me contaron algo de la enfermedad y no quería dar la murga. Le escribí pero el mail me rebotaba. Me habían contado que estaba mal, pero no sabía lo que le pasaba. Si vais a hacerle otra visita y no es molestia, me encantaría acompañaros -aunque sea sin cabrito-.

Acabo de ver en las librerías un nuevo libro suyo. Un collage de escenas, reflexiones, aforismos. Tiene muy buena pinta, a pesar del título ("El club de los faltos de cariño").

Y ahora mismo tengo a la vista un ejemplar muy viejo de "El camino más corto", el relato de su vuelta al mundo con 24 años y con una cuadrilla de americanos bastante pirados, uno de los libros que más me ha excitado las ganas de viajar y de escribir.

ANDER

Anónimo dijo...

Bonito lo que escribes, Lucía. Bello y extrañamente melancólico. No sé, puede que sea la foto...

Yo, pa fastidiar, diré que lo que más me gusta de Leguineche es su libro sobre el mus. Una edición carísima con amarracos dorados y baraja antigua incluida. Y, or course, un montón de trucos que me han servido para ser, bueno, el rey del mus, ejem.

Gracias, Manu. Gracias, Lucía.

Anónimo dijo...

A la entrada de su casa, además de las torres de diarios, tiene un diploma de un concurso de mus que ganó en algún pueblo. Y un grabado de Chillida, regalo de un premio periodístico. En el jardín hay una vieja máquina de escribir abandonada y oxidada.

Anónimo dijo...

Envidio que puedas tomar café con grandes periodistas como Leguineche. Es una de las cosas que más me interesa de esta profesión, que da muchas oportunidades de conocer a gente así.

Permíteme dos frivolidades: en mi cuadrilla tenemos la tontería de bromear con Guadalajara. Siempre he dicho que quiero ir para averiguar qué tiene porque es la única provincia de la que no sé decir qué la hace especial. "Una provincia absurda", decimos de broma. Veo que es especial no sólo por sí misma sino por la gente que la habita.

Por otro lado, por tocar un poco las narices, ¿Imserso no es con m? ¡Tenía que aprovechar la ocasión única de corregir a la profe!

Ander, espero que te vaya bien en la FNAC. Yo tenía ganas de ir y no puedo. Seguro que está genial.

Anónimo dijo...

Sí, es Imserso. Ya lo he corregido. Gracias. Mira que lo pensé, eh, pero después me dije que sería Instituto Nacional de algo y sería IN.
Y para quienes no entiendan el comentario de June, Ander Izagirre está mañana, jueves, en la Fnac de Bilbao a las 18.30.

Anónimo dijo...

Dios mío (o el equivalente ateo, como decía no me acuerdo qué columnista de El País), no sé en qué día vivo. Estaba convencida de que hoy es 1 de febrero. Pues mañana menos aún. ¡Me quedo sin autógrafo!

Anónimo dijo...

Gracias, Lucía, por dedicar esas líneas y esa visita al maestro. En la foto se le ve animado; ojalá esa impresión se imponga sobre los diagnósticos médicos.

Dicen las malas lenguas que el acrónimo Inserso desapareció porque alguien veía en él un incómodo derivado de "inserción (social)", como algo relacionado con los ex-reclusos o algo así. Y entonces le cambiaron una letra, para lo cual hubo que inventar el "Instituto de Mayores y Servicios Sociales". Un nuevo nombre que tendrá que volver a renovarse cuando algún abuelete diga que a él no le mandan al instituto como a sus nietos.

En cuanto a Guadalajara, June, te aseguro que de provincia absurda, nada. Ni por asomo.

Saludos

Anónimo dijo...

Me apunto a la recomendación de 'El camino más corto'. Una excelente lección de geopolítica, mezclada con literatura de viajes, aventura, antropología y mucho, muchísimo sentido del humor. Que le vaya bien al maestro Leguineche.

Anónimo dijo...

Yo una vez, hace ya muchos años, estuve bastante rato con Indro Montanelli, pero no supe qué decirle ni qué preguntarle. Ni siquiera sabía quién era Montanelli.

Anónimo dijo...

¿Y por qué estabas con él? ¿Qué hacías? Cuenta, David. Y si es largo te invito a la sala.

Anónimo dijo...

Cuando encuentre un rato te lo cuento bien, pero te adelanto que la culpa de todo la tuvo Carl Lewis, y que acabé provocando una protesta diplómatica.

Anónimo dijo...

¡Qué intriga, por Tutatis!

Anónimo dijo...

¡Queremos saber!

Ander

Anónimo dijo...

Ummm, eso huele a Premios Príncipe de Asturias, ¿no?

 
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