lunes, marzo 20, 2006

Prodigios


Parece mentira que personas tan grandes tengan enemigos tan pequeñitos. Cuenta Arturo Pérez-Reverte en un artículo que una comisión del Parlamento andaluz se ha dirigido a la Real Academia Española para hacer una consulta sobre sexismo.
Y él, que es un autor muy vendido y muy leído, que tiene una tribuna semanal para contar su visión del mundo, que además es miembro de la Academia, que tiene un barco, me cachis en la mar, parece no tener mayores preocupaciones que ridiculizar a quienes manifiestan cierta preocupación por cómo se expresan.
No es de recibo que un académico afirme, por ejemplo, que el verbo ‘invisibilizar’ es “osada creación” de la directora del Instituto Andaluz de la Mujer. Y añade:

“Alguien debería decirles a ciertas feministas contumaces […] que están mal acostumbradas”.
¿Alguien más que él?, ¿no se basta? ¿Qué le molesta a Pérez-Reverte del verbo invisibilizar? ¿Su significado? ¿Le parece al académico que el verbo no está bien construido, que no se entiende? La sensación es que le ha dado tal ataque de coraje que toda la brillantez se le ha esfumado.
Vamos a ver: se dice, por ejemplo, agua ‘potable’, y se dice ‘potabilizar’ el agua, que no es otra cosa que someterla a un proceso para que sea potable; se dice ‘invisible’, y lo acepta la RAE, pero aun es invisible para los académicos el verbo invisibilizar.
Y aparece 23.700 veces en Google. Solamente la mitad de veces que potabilizar, que es una palabra con todas las bendiciones para haber sido vista y llamada al diccionario por los académicos.

Perez Reverte, de la Real Academia Española, debería haberse preocupado de comprobar si verdaderamente la palabra 'invisibilizar' es un invento de la directora andaluza o lo utiliza más gente y, sobre todo, si esa gente que lo usa lo necesita para explicar algún concepto y si quienes la escuchan entienden o no.

1 comentario:

Demelsa González dijo...

Arturo -sobran apellidos ya que ese nombre sólo puede ir ligado a una insigne figura- se basta y se sobra para hacer de éste un mundo mejor, atacando sin compasión cualquier cosa que se menee que no sea digna de su agrado. Lo hace con una incuestionable pulcritud gramatical, eso sí, que hasta las palabras mal sonantes quedan reflejadas con gracia por su virtuosa pluma. Me pregunto de qué le sirve si a veces no dice más que sandeces, como la que refleja el artículo. En cualquier caso el fondo es siempre discutible; la forma, a todas luces, execrable. Las suyas son declaraciones corrosivas desprovistas de cualquier destello de humildad. Sólo espero que no siente cátedra. No queremos más Arturitos justicieros por el mundo.

 
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