La felicidad de la princesa
Lo menos que se puede esperar de quien toma la decisión de someterse a una intervención de cirugía estética es que ni lo oculte ni lo maquille, que afronte la decisión con gallardía y arrostre las consecuencias no de operarse la nariz, sino de cambiar la imagen. Más si es una persona pública, como la princesa.
Podemos imaginarnos el profundo bochorno de la persona que ha recibido la orden de comunicar a los medios que la princesa se ha sometido a una operación por problemas respiratorios, cuando todos sabemos que el tamaño de la barbilla no afecta a los pulmones.
Letizia Ortiz Rocasolano estaba descontenta con su nariz y su barbilla, y ha aprovechado el mes de agosto para dulcificarlas. Son muchas las personas a las que les habría encantado que la Seguridad Social hubiera aprovechado el mes de agosto para intervenirles de eso que llevan meses esperando; son muchas las personas que como consecuencia de un accidente o una desgracia tienen que vivir de por vida con una molestísima cicatriz en algún lugar muy visible, y la Seguridad Social no considera que sea preciso borrar ese recuerdo; son muchas las personas que están descontentas con su cara, con su cuerpo, y que tienen otras prioridades para su tiempo y su dinero. Claro, ¿quién ha pagado la intervención de la princesa? Todos los españoles a escote. Pues, mire, si saliera Letizia Ortiz y demostrara que ha sufragado la intervención con unos ahorrillos de cuando trabajaba en TVE, yo seguiría opinando que no debería haberlo hecho. Por dos razones: porque es un malísimo ejemplo y porque la coloca en una situación de gran debilidad.
La nariz y la barbilla de Letizia eran prominentes, pero pasaban desapercibidas para todos menos para los ojos de la princesa. Hace unos años Antonio Carmona tuvo un accidente y pudo aprovechar las intervenciones a las que debió someterse para quitarse el ángulo de la nariz, muchísimo más marcado que la ex nariz de Letizia, sin embargo decidió que no se la tocaba. Y ahí demostró una importante fortaleza. Letizia ha demostrado que le importa su físico, que no se siente contenta con la herencia genética de sus padres; ha dejado al descubierto sus flancos más débiles y, además, yo me temo que hoy no es más feliz que la semana pasada.
Publicado en El Correo hoy.
1 comentario:
Completamente de acuerdo, Lucía. Es curioso. A mí sí que me operaron la nariz por razones respiratorias y, estéticamente, me la destrozaron. Tenía mal el tabique y cogía más infecciones de las normales. Pero el otorrino buscó que mis fosas nasales tuvieran orificios bien abiertos, no que la nariz quedara bonita.... Desde entonces (tenía 15 años), mucha gente me ha dicho que me opere para ponerla bien. ¿Para qué?
Publicar un comentario