Contra las metas
Publicado hoy en El Correo.
Acababa de nacer mi hijo cuando manifesté a una compañera de profesión hoy jubilada mis temores sobre si ese acontecimiento no sería un freno a mis ambiciones de ser periodista: «¡Qué dices! Yo he tenido siete hijos y nunca he dejado de trabajar como periodista».
Algunos de los temores que nos asaltan en los peores momentos provienen de lo que nos han enseñado en casa, de lo que nos han dicho nuestros padres y de lo que hemos observado en ellos. Los miedos y las prudencias, afortunadamente, se aprenden, no nos vienen de serie. Otros se aprenden en la calle, en esas lecciones que nos imparten los amigos y conocidos. Cualquier persona medianamente ilustrada sabe la trascendencia de los mensajes que circulan en la sociedad, hasta qué punto condicionan nuestras decisiones, pensamientos y acciones. Y es indiferente que sean ciertos o simples leyendas urbanas. Corre el rumor de que puede bajar la Bolsa y antes de 24 horas se produce un desplome. Los mensajes sociales son importantísimos porque condicionan nuestras acciones, porque son como loberas a las que nos conducen incluso en contra de nuestra voluntad.
Una de las claves para el éxito es creer en él. Es una obviedad hoy, pero si Colón llegó a América es porque imaginó que podía alcanzar la tierra por ese lado. No se logra aquello que no se ha concebido como posible. Todas las personas que han triunfado, absolutamente todas, se han imaginado a sí mismas en esa posición, porque nunca se llega más allá de la meta que nos hemos propuesto. Es lo malo de las metas, que son el final. Una de las claves del éxito es dar una muy buena talla en el 'autoestimómetro'. Es decir, debemos creer que nos comeremos el mundo, para no atragantarnos con el aperitivo. Y esto es cierto para todos los seres humanos, indiferentemente de su sexo.
La Defensoría para la Igualdad de Mujeres y Hombres del Gobierno vasco acaba de lanzar una campaña publicitaria con el siguiente lema: 'No te contratan porque puede que te quedes embarazada, por ser mujer'. Éste es un mensaje absolutamente desmotivador; más propio de la liga de misóginos unidos (si existiera) que de un organismo creado para la defensa de la igualdad de los seres humanos, independientemente de su sexo o condición.
La razón de la existencia de ese organismo gubernamental vasco es un enigma. Existe un entramado legal favorable a la igualdad y para los casos de indefensión establecimos la figura del Ararteko, que funciona, y lo hace con gran sensibilidad y empatía hacia los débiles.
La Defensoría se mueve en un terreno difuso y resbaladizo. Podría haberse erigido en observatorio de la igualdad y hacer diagnósticos que sirvieran para que otros -instituciones públicas y privadas, medios de comunicación, organizaciones, particulares, feministas, oenegés, rebeldes...- dispusieran de esa información y actuaran en consecuencia y la aplicaran cada cual a su causa. O bien podría haber servido para hacer un seguimiento de las políticas públicas de igualdad. El traspié no es fruto de la casualidad, sino de esa deriva: En los dos años que lleva en funcionamiento no ha encontrado su ruta, es decir, no ha dado con la actividad que justifique su existencia. Lejos de eso, lanza mensajes derrotistas a las mujeres: 'No te contratan, por ser mujer'. Toda una descalificación, que sorprendentemente reproduce los argumentos de quienes secularmente se han opuesto a la igualdad. Debería estar prohibido usar dinero público para eso. Debería tener repercusiones.
3 comentarios:
Bravo, Lucía.
(Defensoría, que palabra más fea. Dice el DRAE que se emplea en Bolivia, Colombia, México, Perú, Uruguay y Venezuela. Ya ha dado el salto).
Perdón: "qué", no "que".
Hola Lucía. Llegué hasta aquí "gogleando" Ramiro Pinilla (fui durante muchos años participante/organizador del taller y colaborador de Galea) y he descubierto un blog estupendo que ha ido directo la lector de feeds. Felciidades.
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