Esto lo aprendí del apoderado del Fandi, un torero deportista que pone las banderillas al violín como nadie. Lo tuvo toreando por plazas de pueblo hasta que lo vio bien fogueado, entonces se lo llevó a Madrid, a San Isidro, ea. Triunfó. Para entonces, el apoderado tenía ya comprometidas unas fechas y unas tarifas. Había triunfado, saben. ¿Y qué hizo? Llamó otra vez a los administradores de las plazas y les cantó una milonga: "Oye, mira, que soy el apoderado del Fandi. Que tengo la costumbre, entiéndeme, de apuntar las corridas comprometidas en una libretilla que guardo en el bolsillo izquierdo de la camisa; que mi mujer, entiéndeme, que es muy aseada, me ha tirado a lavar la camisa con la libretilla, y ya no sé ni qué día iba a torear ahí el Fandi ni el dinero que habíamos apalabrado". Y aprovechaba para acomodar la tarifa a un torero triunfador en San Isidro.
Pues eso.
Que tengo yo costumbre de apuntar en una libretilla, la del bolsillo izquierdo de la camisa, y bajo el epígrafe 'Cosas que quiero deciros', las ideas que no he de olvidar para transmitir a los alumnos en esta última clase del curso y de la carrera. Esa clase es el viernes, a las dos de mediodía, y mi marido, que es muy hacendoso, me ha tirado a lavar la camisa con la libretilla. Vamos, que no me acuerdo.
Este blog lo frecuentan, identificados, cinco profesores universitarios; cuatro de ellos, de periodismo.
¿Qué debería decirles?