Porque no es un bolso, es una cámara de televisión camuflada.
El Tribunal Supremo acaba de condenar el uso de cámaras ocultas para la obtención de información periodística, por considerarlo una violación de la intimidad. El Mundo lo cuenta como quiere, es decir, de la forma que le conviene. Y eso que su director fue víctima de una de esas cámaras.
Todos los códigos deontológicos establecen que el periodista debe estar debidamente identificado y que la información debe obtenerse con probidad. Puede estar justificado recurrir a la cámara oculta para aquellas ocasiones en que la información no se ha podido lograr de otro modo, y para que sea así se han debido probar todos los caminos. No vale , por ejemplo, hacer una llamada infructuosa y dos segundos después cargarse el bolso de la foto al hombro.
Hace unos meses leí un reportaje en el que dos periodistas (hombre y mujer) acudían a alquilar un piso en una agencia un segundo después de que se lo negaran a una pareja de inmigrantes. Ocultaban su identidad de periodistas. En mi opinión, tampoco en un caso así tiene justificación. Creo que debemos preguntarnos por qué no vale informativamente la experiencia de tantos y tantos extranjeros que son discriminados en las inmobiliarias.
Porque aporta un plus. Cuando el periodista declara que ha ocultado su condición, parece que los testimonios que obtiene son más importantes. Y eso, en materia de audiencia televisiva, es fundamental. A eso juega El Mundo TV, a llamar investigaciones periodísticas a puros ejercicios de improbidad. En otras ocasiones, en las que también estaba Melchor Miralles, llamó investigación y "tirar de la manta" a filtraciones interesadas.
A veces hay que tener habilidad. Hace unos años, quizá 11 ó 12, me llegó la noticia de que un muchacho había matado a su novia, menor de edad, después de haber contratado tres seguros de vida por valor de 50 millones de pesetas (300.000€). Después, se fue con la esquela a cobrarlos. Como la muerta era menor, se trataba de un asunto sucio para las aseguradoras. Lo primero era confirmar la noticia. Estuve pensando cómo hacerlo, porque estaba segura de que si me dirigía al gabinete no iba a sacar demasiado. De modo que cogí el teléfono y se lo planteé a la telefonista:
-Miré, no sé con quién debo hablar, pero soy tal de tal medio y llamo en relación a un caso del que habrá oído hablar: una muchacha menor asesinada por su novio para cobrar el seguro.
Silencio atronador al otro lado (viva el oxímoron) y señal de llamada a una extensión. Ya estaba confirmado.
Hay periodistas que se han metido en la boca del lobo unas cuantas veces, que se han internado en zonas geográficas y sociales muy arriesgadas, que nos han traído testimonios de grupos muy peligrosos y que siempre se han presentado como lo que son, periodistas. Por decirlo amablemente, al lado de eso, una entrevista a una falsa naturópata entraña el grave reisgo de que agreda al periodista con un ramillete de manzanilla.
El Tribunal Supremo acaba de condenar el uso de cámaras ocultas para la obtención de información periodística, por considerarlo una violación de la intimidad. El Mundo lo cuenta como quiere, es decir, de la forma que le conviene. Y eso que su director fue víctima de una de esas cámaras.
Todos los códigos deontológicos establecen que el periodista debe estar debidamente identificado y que la información debe obtenerse con probidad. Puede estar justificado recurrir a la cámara oculta para aquellas ocasiones en que la información no se ha podido lograr de otro modo, y para que sea así se han debido probar todos los caminos. No vale , por ejemplo, hacer una llamada infructuosa y dos segundos después cargarse el bolso de la foto al hombro.
Hace unos meses leí un reportaje en el que dos periodistas (hombre y mujer) acudían a alquilar un piso en una agencia un segundo después de que se lo negaran a una pareja de inmigrantes. Ocultaban su identidad de periodistas. En mi opinión, tampoco en un caso así tiene justificación. Creo que debemos preguntarnos por qué no vale informativamente la experiencia de tantos y tantos extranjeros que son discriminados en las inmobiliarias.
Porque aporta un plus. Cuando el periodista declara que ha ocultado su condición, parece que los testimonios que obtiene son más importantes. Y eso, en materia de audiencia televisiva, es fundamental. A eso juega El Mundo TV, a llamar investigaciones periodísticas a puros ejercicios de improbidad. En otras ocasiones, en las que también estaba Melchor Miralles, llamó investigación y "tirar de la manta" a filtraciones interesadas.
A veces hay que tener habilidad. Hace unos años, quizá 11 ó 12, me llegó la noticia de que un muchacho había matado a su novia, menor de edad, después de haber contratado tres seguros de vida por valor de 50 millones de pesetas (300.000€). Después, se fue con la esquela a cobrarlos. Como la muerta era menor, se trataba de un asunto sucio para las aseguradoras. Lo primero era confirmar la noticia. Estuve pensando cómo hacerlo, porque estaba segura de que si me dirigía al gabinete no iba a sacar demasiado. De modo que cogí el teléfono y se lo planteé a la telefonista:
-Miré, no sé con quién debo hablar, pero soy tal de tal medio y llamo en relación a un caso del que habrá oído hablar: una muchacha menor asesinada por su novio para cobrar el seguro.
Silencio atronador al otro lado (viva el oxímoron) y señal de llamada a una extensión. Ya estaba confirmado.
Hay periodistas que se han metido en la boca del lobo unas cuantas veces, que se han internado en zonas geográficas y sociales muy arriesgadas, que nos han traído testimonios de grupos muy peligrosos y que siempre se han presentado como lo que son, periodistas. Por decirlo amablemente, al lado de eso, una entrevista a una falsa naturópata entraña el grave reisgo de que agreda al periodista con un ramillete de manzanilla.
1 comentario:
Me parece muy bien la condena del supremo. Esto se estaba convirtiendo en una especie de pim pam pum de la camara oculta para desvelar las mayores memeces, dandoles rango de primicia mundial.
Ni en el periodismo, ni en la vida en general, vale todo.
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