sábado, septiembre 22, 2007

Fuera testigos


En las corporaciones locales se junta lo mejor y lo peor de cada casa. Y según contaba ayer Arantza Alonso en El Correo, en el Ayuntamiento de Trapagaran hay mucho de lo segundo.
Los concejales se dedican a faltarse al respeto y a insultarse y, como da muy mala imagen que eso se cuente en los medios, se han planteado impedir a los periodistas que entren en el salón de plenos. El reglamento de las instituciones locales, sin embargo, establece que las asambleas deben ser públicas.
En la administración más cercana al ciudadano no se han planteado refinar sus modos y aparcar las malas formas, han pensado que es mucho mejor seguir con los insultos pero correr las cortinas para que nadie lo vea. Categoría, oiga.

Puede leerse todo aquí.
La foto es de la web del Gobierno vasco.

4 comentarios:

Ander Izagirre dijo...

Cuenca minera, borracha y dinamitera...

Álvaro dijo...

Se empieza por la Junta Local y se acaba por el Congreso y el Senado

Nahum dijo...

Eso, eso. Matemos al mensajero. La futbolización de la política: "las disputas del vestuario son solo para consumo interno".

¡Ayyyyy!

Anónimo dijo...

Hay algo raro en todo esto. No sé exactamente lo que es, pero desprende un tufillo extraño.
Algo tan común como es que los caciquillos locales se digan de todo menos bonito en los plenos extraña que merezca un titular. Lo de cerrar la cortinilla a los periodistas locales es bastante frecuente en cualquier pueblo, poblacho o seudociudad con ambiciones feudales que se precie, por lo que no acierto a comprender lo noticiable de todo esto.
Seguramente es que -afortunadamente- todavía hay personas que, desde su buena fe y optimismo, siguen creyendo que las cosas tienen remedio en este bebedero de patos en que se ha convertido la política española a todos los niveles sin excepción.

 
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