Mi primera referencia ha sido la radio, como casi siempre: RNE ha abierto el informativo de noche con alusiones a una importante depresión en la bolsa. El Ibex se ha hundido. En menos de 10 días se ha derrumbado toda la alegría de 2007.
Según nos han explicado, el origen está en la hecatombe inmobiliaria de este pasado verano en Estados Unidos. Ahora que lo pienso, y no debería hacerlo, quizá la comparecencia de Ana Patricia Botín, presidenta de Banesto, la semana pasada ante la prensa (o sea, ante la sociedad a quien se debe y ante sus accionistas, a quien se debe con más ahínco) tenía que ver con un intento de adelantarse dos o tres días a lo que ya sabían que iba a suceder. Ese mundo de la banca y las finazas tiene un olfato de perro sabueso y, probablemente, mentalidad de hiena para olfatear tanto los negocios como los fracasos.
Luego, he buscado y ya llegaba La Vanguardia con el periódico debajo del brazo ratificando los malos augurios de la radio pública.
A mí me inquieta sobremanera que me digan que el mundo tiende a empeorar. Casi preferiría que se callaran. “No me cuentes esas cosas”, me dijo mi padre ante una información sobre zombis en Haití.
Además, será por ser muy mal pensada, pero en esos mundos del dinero, casi todos los anuncios parecen responder a estrategias ajenas, a planificaciones que auguran lo que nunca sucederá y de esa forma se aseguran de que probablemente no suceda. Después, basta con negarlo todo, o casi todo.
Según nos han explicado, el origen está en la hecatombe inmobiliaria de este pasado verano en Estados Unidos. Ahora que lo pienso, y no debería hacerlo, quizá la comparecencia de Ana Patricia Botín, presidenta de Banesto, la semana pasada ante la prensa (o sea, ante la sociedad a quien se debe y ante sus accionistas, a quien se debe con más ahínco) tenía que ver con un intento de adelantarse dos o tres días a lo que ya sabían que iba a suceder. Ese mundo de la banca y las finazas tiene un olfato de perro sabueso y, probablemente, mentalidad de hiena para olfatear tanto los negocios como los fracasos.
Luego, he buscado y ya llegaba La Vanguardia con el periódico debajo del brazo ratificando los malos augurios de la radio pública.
A mí me inquieta sobremanera que me digan que el mundo tiende a empeorar. Casi preferiría que se callaran. “No me cuentes esas cosas”, me dijo mi padre ante una información sobre zombis en Haití.
Además, será por ser muy mal pensada, pero en esos mundos del dinero, casi todos los anuncios parecen responder a estrategias ajenas, a planificaciones que auguran lo que nunca sucederá y de esa forma se aseguran de que probablemente no suceda. Después, basta con negarlo todo, o casi todo.
Curiosos, aquí.
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