"Nos equivocamos al decir que nuestro gran valor es la libertad. No, nuestro gran valor es la autonomía, es decir, la capacidad para elegir nuestro plan de vida y para realizarlo. Ese plan de vida no tiene por qué ser desvinculado. Ciertamente, en una relación amorosa yo pierdo parte de mi libertad, pero puedo reforzar mi autonomía, aumentar mis posibilidades, despertar poderes dormidos o embrionarios. Es muy interesante el modo en que algunas pensadoras feministas han reformulado el concepto de autonomía. Sostienen que hay un concepto masculino y otro femenino. La autonomía masculina enfatiza la autosuficiencia y la independencia. Es una autonomía narcisista. La autonomía femenina es una autonomía relacional. No se culmina en la autosuficiencia sino en la colaboración. “Yo soy quien soy", sería una consigna masculina. "Yo soy quien soy más las relaciones que he establecido", sería la consigna femenina. Por eso sus expectativas sobre la sexualidad son diferentes, por eso, como he repetido tantas veces, la sentimentalización de la sexualidad ha sido invento suyo. Por eso debemos los hombres aprender tanto de ellas".
Marina, José Antonio. El rompecabezas de la sexualidad. Anagrama, Barcelona, 2002. p. 176
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