
Zigor Aldama, de viaje por Oriente, en concreto por Birmania, me envía este correo. Como creo que es de interés general, me lo llevo a la sala de invitados.
Es lo que pasa en las dictaduras, que normalmente uno no se da cuenta de la represión hasta que la sufre en carne propia. El jueves por la tarde, una de las personas que estaba utilizando como contacto para llegar hasta los partidos de la oposición, me informó de que iba a celebrarse una manifestación en una calle cercana, en el centro de la capital, Yangon. Aproveché que Nisu quería echar la siesta y recuperarse del rompehuesos trayecto en autobús desde Bagan para salir a echar un vistazo y, como no, hacer unas fotos.
Pero las cosas se pusieron feas cuando llegó la Policía y se puso a repartir leña, en la mejor línea de los países con regímenes autoritarios. Alguien reparó en el tipo alto y blanco que estaba tomando imágenes discretamente, pero con una cámara poco discreta. Preguntas. Respuestas del tipo de "Soy turista, pasaba por aquí, y tal". "A ver esas fotos. Bórrelas inmediatamente y acompáñenos". Ese fue el momento en el que pensé que se descubriría que estaba tratando de ponerme en contacto con la oposición. El registro revela en mi cartera la acreditación de la Asociación de Periodistas, y la actitud empeora, aunque siempre es correcta. Afortunadamente, el registro también revela mi carta de UNICEF, lo cual creo que ayuda bastante. Myanmar no quiere problemas con la ONU.
No pasa ni una hora hasta que alguien con muchas estrellas y cara de pocos amigos entra en la habitación, visiblemente cabreado pero con una decisión tomada. "Dadas las circunstancias, y visto que estaba tomando imágenes de forma ilegal, sin ningún tipo de permiso, no vemos obligados a cancelar su visado y pedirle que abandone el país". Pensábamos irnos en cualquier caso, así que no supone un gran trauma. Afortunadamente, nada sobre la oposición ha trascendido, a pesar de que sus contactos se han esmerado en hacerme entender que hay espías hasta en las alcantarillas.
Regreso al hotel sólo hora y media después de haberme marchado. Nisu sigue dormida. Menos mal, si se entera, le da algo y me mata. A ella Yangon le horroriza, así que acoge con una sonrisa mi súbita decisión de adelantar la vuelta. Yo espero que en el aeropuerto, donde alguien me devolverá mi pasaporte requisado, no pase absolutamente nada. Afortunadamente, así es. Sólo un sello sobre el visado que, no tengo todavía muy claro, puede que signifique que me he convertido en una persona non grata en Myanmar. Afortunadamente, no ha ido más lejos. Parece una tontería, pero el mero hecho de pensar en la posibilidad de pasar, aunque sea poco tiempo, en una cárcel birmana, es suficiente para ponerlos de corbata. En fin, un buen susto, y nada más.
La foto es de un comida en casa.